No tengo claro si es que la intención detrás de Slowdive es volver a navegar sobre un mar seguro con vista a reingresar a un perimetro iluminado por los focos del mercado o, tan solo, la banda de Reading ha decidido trabajar y explorar aún más el sonido y estado de ánimo que los conviritió en el grupo de culto que hoy todos conocemos. Dudo porque la cuarta entrega de Slowdive rompe con la progresión lógica de una carrera que partió asentando un sonido definitivo dentro del shoegaze para finalmente explorar con el magistral “Pygmalion” aquella ecuación tiempo-espacio que suelen recorrer las vertientes más abstractas del post rock. Y es que Slowdive solo hace un guiño al tercer álbum con Falling Ashes, canción que cierra este fabuloso regreso , porque basicamente el disco mira con nostalgia la etapa Souvlaki. Sin embargo, el caudal emocional es ciertamente más reposado, situación que parece lógica teniendo en cuenta que sus integrantes están por encima de los cuarenta, y maduro. Otra característica es que la profundidad de las atmósferas enriquecen el estilo logrando que las canciones sean más que melodías con gancho. Es inevitable decir que la sensación que en general despierta el álbum es de melancolía, aunque también podemos apreciar cierta aura de frescura, y justamente es en esa intersección donde encuentro la riqueza de este Slowdive, porque no es simple sonar actual mirando al pasado, y más bien me parece complejo lucir el alma por encima de la otrora gloria. La duda la respondo desde una hipótesis: ¿es posible que una banda siga una evolución lógica luego de tantos años de estar separados? La vida cambia, la inspiración, los ideales, los compañeros, las vivencias, etc. Lo lógico es, entonces, volver, junto a nuestra perspectiva presente, a aquel momento en que todos fuimos uno.