Hace algunos años una persona cercana me alcanzó un disco de Blonde Redhead, el “Fake Can Be Just a Good”, un álbum que los acercaba peligrosamente a Sonic Youth, banda que cubría con su infinita sombra todo aquel que sonara(o pretendía hacerlo)como ellos. Por ello, resultaba difícil encontrar el lazo con respecto a la obra de Blonde Redhead, ya que no existía el vínculo con alguna identidad definida. A pesar de ello, el disco fue muy bueno. Sin embargo, el giro definitivo llegó con “23”, un disco que definió el rumbo que el destino trazó para los neoyorkinos.
“Penny Sparkle” es el octavo disco, y como se ha venido dando desde hace algunos años con el trío, la novedad los aleja de su predecesor. Para esta ocasión, la guitarra y la batería pasan a un segundo plano, mientras el beat electrónico arma el esqueleto por donde la melodía transita, y el drama se explaya. El ruido difuminado sirve de fondo al ritmo seco de la caja de ritmos, que en un primer plano compite en protagonismo con la “voz gatuna” de Kazu Makino. El disco se aleja del dream pop de su anterior trabajo (“23”) y se sumerge en la electrónica- que ya habían rozado-aunque no se sabe cuál será el siguiente paradero.
Penny Sparkle
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