Hace menos de un mes tuve la suerte de participar en el festival Le Guess Who? en Holanda, evento que se lleva a cabo en diversas salas para conciertos durante cuatro días en la ciudad de Utrecht. Pues bien, como cualquier festival de cualquier parte del orbe presentaba una seria disyuntiva: escoger la programación a seguir, porque lamentablemente cuando los shows de artistas que uno quiere ver se cruzan, pues no hay otra alternativar que elegir a cual asistir. Y en una de esas vicisitudes había que escoger entre Dean Blunt y Ought. Me decidí por los canadienses, aunque en teoría podía ver algo del show de Blunt. Y bueno, pude presenciar las dos primeras canciones del show (de formato algo atípico): oscuro, poderoso, intimidante. El inglés recitaba en spoken-word mientras la oscuridad lo cubría, el saxo intensificaba la puesta en escena mientras espartanas notas de guitarra completaban la escena. Luego de la segunda canción me fuí pero quedó en mi mente la potente imagen. Dos días después escuché Black Metal, su nuevo álbum, y muy a mi sorpresa fue una experiencia distinta. No es que la sorpresa haya sido decepsionante, sino más bien fue porque escuché algo muy distinto a lo que precensié ese día
Sin embargo, no es sorpresa la actitud arriesgada de Blunt: cada álbum es una experiencia totalmente distinta, amén de lo impredecible que puede ser la vida pública de su autor. En este Black Metal podemos apreciar la densidad característica de la obra de Blunt, cortesía de los sintetizadores, y su acabado de baja fidelidad. En muchas canciones podemos apreciar momentos C86, el jangle pop, incluso hay un sample de Over My Shoulder de The Pastels en la canción 100. Es interesante apreciar la influencia del indie ochentero en la nueva entrega de Dean Blunt, y constatar como el inglés termina de imponer su sello personal a pesar de la evidente influencia retro. Muchas de las canciones poseen un fino balance entre oscuridad-baja fidelidad y las hermosas(y luminosas) melodías, lo que da como resultado un álbum de claroscuros, intenso, cuya luz se va apagando paulatinamente hacia el fin del mismo, mientras el estado de ánimo se va poniendo más denso. Ver a Dean Blun en vivo aunque sea 10 minutos fue una experiencia que se queda en la mente por largo tiempo, síntoma de que no se trata de un artista cualquiera. Para completar la historia, tampoco pude ver a Ought porque el lugar se llenó y ya no pude entrar. La noche se prolongó en un bar, bebiendo con amigos ya que también perdí el concierto de Iceage.
Black Metal
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