El 2018 ha sido, probablemente, un nuevo año en el que nos acercamos aún más a la pendiente. Los últimos acontecimientos en cuestiones políticas parece que desencadenarán una crisis a mediano plazo. Esta vez no se trata de una contienda entre potencias (al menos en apariencia) sino más bien del deterioro interno, el desgobierno, que vive el país más poderoso del orbe. Mientras tanto, una serie de reinvindicaciones (de identidad sexual, religiosas, raciales, ambientales, animalistas, de género, etc) se enfocan en sus respectivas contiendas descuidando, quizás, la oposición que el status quo, en líneas generales, debería afrontar. Es interesante observar el rol que los socialmedia vienen cumpliendo a la hora de formar aquella "aldea global". Debo confesar que nunca pensé (y creo que nadie) que aquellas herramientas virtuales, en apariencia superficiales, iban a tener tanta trascendencia a la hora de tomar decisiones a nivel comunitario. Si bien el término "posverdad" lleva algunos años en boca de todos, creo que recién en los dos últimos años se ha constituido como la principal baza en los debates. Al principio pensé que era una situación que afectaba basicamente a las personas con menos información o menos formadas, pero la realidad me indica que no es así. Una vez, alguien con supuesto nivel superior educativo me soltó algo así como "con un click tengo el conocimiento de lo que pasa en otra parte del planeta" Esa afirmación es una verdad relativa porque la información siempre se debe contrastar con la realidad para poder concluir algo acerca de cualquier situación, sobre todo si se trata de interpretar fenómenos culturales. Se ha llegado a creer que toda la información que nos llega a través del internet se ajusta a la verdad, cuando lo que está claro es que toda información que recibamos siempre pasará por un filtro, y ese filtro siempre se deberá a sus principios, conocimientos o intereseses. Lo que está claro, hoy en día, es que la información se debe más que nada a los intereses de algunos pocos que justamente controlan los media en beneficio de sus amos que deciden que es lo que se tiene que informar y el tono en que se tiene que mostrar. Lo mismo que sucede con los medios tradicionales solo que ajustado a los valores de quienes la leen o comparten. La realidad se resquebraja en mil pedazos (todos válidos al ser re-interpretados) que tienen que ser aceptados si se quiere ser políticamente correcto. Es una situación dramática en un momento delicado de la historia contemporánea y al parecer, por ahora, no hay respuestas.
Aún así, siempre tendremos al arte como medio de escape a tal realidad o como medio para subvertir el orden establecido, aunque sea por tan solo 15 minutos. Las reinvidicaciones raciales y de género son las más evidentes en la música popular durante este 2018, siendo las más notorias aquellas que son protagonizadas por mujeres. No solo se trata de la calidad en los trabajos sino tambien por lo frontal de las propuestas. Es una situación que viene desde hace algunos años pero que en este 2018 se ha convertido en una verdad indiscutible. No sé si todo se debe a una coincidencia, un torrente femenino de talento o, quizás, tan solo una nueva política de lo correcto que pone los focos en las, hasta hace poco, marginadas artistas. Puede que sea también una mezcla de todas esas circunstancias. Lo único cierto es que la sensibilidad femenina está cada vez más presente en la visión que se tiene de nuestra sociedad y cultura. Bueno, ahora daré paso al ranking del 2018, empezando por algunos de los mejores discos que por cuestión de formato no entraron en el top 50. Como siempre menciono, no creo en los rankings, pero sí creo que es la mejor manera de dar a conocer aquella música que pasa desapercibida durante la vorágine contemporánea. Con ustedes, lo mejor del resto. Hacer click en VER MÁS para poder escuchar el disco y poder leer la información básica de cada álbum.