Sin duda, David Bowie tiene un lugar reservado en el panteón que la historia ha confeccionado para los nombres más importantes del rock, quizás muy cerca al enorme y bello mausoleo que acogerá a Bob Dylan. En realidad, son pocos los artistas que han proyectado su influencia a todo nivel, y Bowie es uno de ellos. La primera señal de su talento fue a través de "Space Oddity", su primer gran éxito, pero sería con "Hunky Dory" que su genio quedaría al desnudo, presentando la definitiva identidad artística del “Duque Blanco”. El posterior “Ziggy Stardust” recogería la cosecha, y sería el resultado de un cúmulo de conceptos, encarnados en el personaje confeccionado por Bowie para la ocasión: una estrella de rock andrógina procedente del espacio exterior.
El sonido del álbum tiene un acabado pop, suena limpio, aunque si ponemos atención nos damos cuenta de lo turbio, insano, con guitarras que se dirigen al vacio, pero que terminan convirtiéndose en terribles tormentas eléctricas. Cabe destacar la variedad de registros de Bowie, ya que es en las caracterizaciones donde las canciones encuentran el camino, a veces en la reflexión, en la ironía, la ambigüedad o el melodrama, rasgo distintivo del glam. Las letras, llenas de paranoia, presentan una visión decadente del futuro, el miedo a la era nuclear, en fin, la visión de un extraterrestre sobre la particular raza humana. Las historias son una mezcla de sentimientos, que a veces tocan los extremos en una misma canción, y la música es el resultado de un Bowie inquieto, capaz de hacer suyas las ideas de otros, pero en lugar de atragantarse, las digiere como el gran artista de pop que es él. Y el rol masculino dentro del rock nunca más volvería a ser el mismo.
Ziggy Stardust
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