Sufjan Stevens sabe que tiene el toro por las astas, por ello, no teme arriesgar en las arenas movedizas de la electrónica. Digo eso de arenas movedizas porque, por lo general, cuando los cantautores como él intentan treparse al tren de la electrónica-o cualquier cosa que esté de moda- salen mal parados. Sin embargo, en su último álbum, "The Age of ADZ", Stevens no desentona al enfrentarse a caja de ritmos y secuencia programadas, medios que poseen poca similitud con los instrumentos que suele utilizar el genio de Michigan. En lo conceptual, Stevens renuncia a los retratos humanizados de la cultura popular para elaborar un discurso más personal, utilizando para dicha finalidad la historia del artista de Louisiana Royal Robertson, un loco que vivía con la mente puesta en el mundo paralelo de la ciencia ficción y que además se autoproclamaba profeta. Historias oscuras e inquietantes son sostenidas por ritmos sin constantes definidas, tamizadas por los sintetizadores y el auto-tune, y esculpidas con detalles que provienen de distintas direcciones, de distintos instrumentos. Un álbum que no decepciona, y que alarga la credibilidad de uno de los compositores imprescindibles de este nuevo siglo.
The Age of ADZ
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