La música de Julianna Barwick se ha descrito con muchos adjetivos y supuestas influencias: shoegaze, gregoriano, new age, ambient, Philip Glass, Brian Eno, Sigur Ros, Cocteau Twins, celestial, divina, angelical… No soy un gran entendido acerca de algunos nombres aparecidos en la frase anterior, pero su música siempre me ha sonado a shoegaze coral, sobre todo por la manera en la que Julianna trabaja con su voz, con muchas capas superpuestas, usando mucho eco, reverberación y repetición de motivos melódicos sencillos, y que es muy similar a la manera en la que la gente del shoegaze trabaja con la guitarra eléctrica, todo enfocado a crear una sensación en el oyente, de espiritualidad, eterealidad y trance, similar al que muchas composiciones corales buscan por caminos no tan distintos a lo que acabo de describir, y que son la otra gran influencia que mi oído detecta cuando escucho su música.
El nombre de su nuevo disco, Nepenthe, es una palabra griega con la que se describía una sustancia similar, por sus efectos, a un antidepresivo, y que encaja bien con el espíritu elevador y luminoso de este disco, que sigue el conocido lema de “si funciona, no lo toques”: es bastante parecido en estructuras y arreglos a “The Magic Place”, y está basado en motivos melódicos sencillos que se repiten hasta el infinito como el reflejo de la luz en dos espejos paralelos, sin letras discernibles, percusión ni nada más que capas y capas de voz envueltas en eco y reverberación. En este disco, eso sí, añade más instrumentos de cuerda (chelos, pianos, guitarras, todas sumergidas en el mar de voces que crean Julianna y sus interacciones) y la producción de Alex Somers, habitual de Sigur Ros, quien inyecta un poco más de variedad, personalidad y dinámica a los temas, ayudando a que estos destaquen y se diferencien mejor entre sí, permitiendo además una escucha más fácil y agradable del disco en su conjunto, dejando incluso que en su catedral de voces entre un mínimo de oscuridad por sus vidrieras de vez en cuando, como en la fantástica “Pyrrhic”. Y como “The Magic Place”, no es nada fácil de describir, y no es un disco para todos los oídos y momentos, pero que cogido en el ambiente, tanto mental como físico, adecuado, resulta desarmante. Es igual de bonito y espiritual en el sentido más amplio de ambas palabras que su disco anterior, virtudes que se sumados a los ya comentados hacen que su música resulte ahora más refinada, profunda y, al mismo tiempo, accesible que nunca, así que si quieren un poco de paz en sus vidas, y les gusta la música coral, no lo duden y denle una oportunidad a un disco que no sé si es de los mejores del año, pero que seguro es de los más especiales.
Mi nota: 8
Mis favoritas: The Harbinger, Pyrrhic, Labyrinthine
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