Si hay un grupo al que el colectivo musico-aficionado le tiene ganas, ese es Coldplay. Puede que sea el éxito, puede que sea la épica, puede que sean las letras, puede que sea Gwyneth Paltrow, o puede que sean sus plagios, pero no conozco otro grupo de éxito que en los últimos diez años haya generado tanta tirria como el cuarteto liderado por Chris Martin. Ni siquiera Arcade Fire, que ya es decir.
En mi caso, he de decir que no soy fan, pero sí que me gustan moderadamente. He detectado un patrón curioso con respecto a lo que me más me gusta de su discografía: sin contar el EP Prospekt's March, me gustan mucho sus discos pares, y mucho menos los impares. Mirando la opinión de la mayoría de la gente, esto parece lógico si comparamos X&Y y Mylo Xyloto (tercer y quinto disco, considerados generalmente más mediocres) con A Rush of Blood To The Head y Viva La Vida (considerados bastante superiores, sobre todo A Rush), pero esto se rompe con su primer disco, Parachutes (1998). Si bien casi toda la crítica y su fandom ADORAN este disco de principio a fin, en mi caso, si me sacas de Don't Panic, Shiver y Trouble, me aburre bastante o directamente, como en el caso de Yellow, me provoca una reacción alérgica incomprensible, pero bastante intensa. Toda este monólogo interior tiene una justificación: Ghost Stories es tanto su sexto disco como la promesa por parte del grupo de volver al sonido e intenciones de su debut, con lo que se junta un patrón favorable con una vuelta a un disco que, por razones que escapan a mi comprensión, me da un poco de alergia. Y el resumen tl;dr es que el patrón gana: Ghost Stories sí que me ha gustado, y seguramente porque no tiene tanto que ver con su debut como el grupo dio a entender.
Ghost Stories es el tercer disco de ruptura del que hablamos de manera casi consecutiva (I Never Learn, de Lykke Li, y Changing Light, de Mirah fueron los otros dos). Y Chris debe de estar pasándolo bastante mal todavía, porque tanto el sonido como las letras del disco son bastantes sombríos: hay contemplación melancólica de cosas por la ventana, recuerdos de ver la tele juntos, y mucho intento de describir esos detalles cotidianos que suelen doler más que las grandes broncas. No es que sean letras buenas (hablamos de Chris Martin, el chico ya tiene bastante con conseguir rimar dos versos seguidos), pero se escuchan con más interés que cualquier estúpida épica de la absurda y ridícula ópera-pop de Mylo Xyloto, por ejemplo (todavía tengo pesadillas con la letra de Paradise). Salvo por una canción.
En cuanto a lo musical, es un disco en el que hay guitarras, pianos y preciosos arreglos de cuerda, pero en el que no suena una sola batería, que está lleno de electrónica, autotune, sintes etéreos, y que huele a post-dubstep y ambient en cada esquina (salvo un tema): un disco tristón inglés de la segunda década de este siglo, más cercano a James Blake, Mount Kimbie, The xx, Jon Hopkins o Boards Of Canada que a U2 o Echo And The Bunnymen. Salvo por una canción. Siendo más concretos, es un disco que se mueve entre el ambient de su primer adelanto (Midnight) y el pop más convencional de su segundo adelanto (Magic). Haciendo cuentas, sale ganando el lado concreto, con True Love (con un precioso arreglo de cuerdas y un disonante y jazzístico solo final de guitarra que va a polarizar mucho a sus fans), Another's Arms, Always In My Head e Ink, cuyo beat podría haber firmado el Timbaland que colaboró con OneRepublic (no lo hace, aunque colabora en True Love); mientras que del lado ambiental quedan, además de Midnight, la acústica Oceans, curiosamente una de mis favoritas del disco (el único momento en el que realmente se acercan al sonido de su primer disco, incluso con los sintes disonantes y el final un poco abrasivo que tiene) y la final O, que es la que más recuerda a Jónsi de todo el disco. Salvo por una canción.
Y esa canción es A Sky Full Of Stars, el tercer adelanto de este disco. Producida por Avicii. Si, ESE Avicii. Su primera escucha puede que sea el momento más culotorcido que haya experimentado este año: tras Magic y Midnight, no creo que nadie se pudiera imaginar cómo un tema así, el más EDM de su carrera, iba a encajar en que se perfilaba como su disco más tranquilo, ambiental y melancólico. Y aunque me siga pareciendo un horror indescriptible (como el 90% de lo que ahora se conoce como EDM y antes se conocía como electro-pop, house-pop, trance-pop y demás), su emplazamiento casi al final del disco hace que al menos cobre sentido como intento de catarsis emocional tras tanta melancolía y miseria emocional, para que la marginalmente más optimista (comparándola con el resto, salvo por una canción) O cierre el disco con un poco de optimismo.
Y tras 40 minutos y 9 canciones, el disco más corto y melancólico de la carrera de Coldplay se acaba, menos novedoso de lo que sus dos primeros adelantos dieron a entender, pero afortunadamente menos parecido a su debut de lo que habían prometido. La impresión general que se le queda a uno es de que se queda a medio camino: no experimenta tanto como me gustaría, y sus reguleras letras le restan bastante impacto emocional, pero sigue siendo un paso adelante en lo musical y a la vez una mirada a su pasado más íntimo que la banda necesitaba de manera imperativa. Los fans de su primer disco lo adorarán, los que prefieren su vertiente más épica de estadio no lo apreciarán tanto, y los que no les tenían aprecio (por decirlo suavemente) no van a encontrar nada más que razones para amplificar su odio primario hacia Chris Martin y su troupe. Y es que si bien Ghost Stories no revoluciona nada (al final, es una extensión lógica a la electrónica que ya estaba presente en Mylo Xyloto), muestra a un grupo que no se queda quieto, sino que sigue en constante movimiento con un disco que, en general, triunfa más que falla, que ya es bastante dada la trayectoria del grupo. Salvo por una canción.
Mi nota: 6
Mis favoritas: True Love, Midnight, Oceans
Daniel Díaz
Ghost Stories
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