
Recuerdo que en los ya lejanos 80’s la mayoría de gente que escuchaba post punk o alguno que otro híbrido nacido de las entrañas del punk, se afanaba por conseguir los nombres más raros, la música más extrema y las versiones más rebuscadas de los clásicos. Lo importante no era sentir la música-tengo que reconocer que muchas veces me tocaba escuchar basura que tenía la única virtud de ser “diferente”-sino tener lo que otros no. En fin, entre tanta oferta era obvio que muchas quedarían al margen, o simplemente se presentarían como desfasadas (siempre llegaban con retraso) en los lugares ajenos a los movimientos de vanguardia, como sucedía con los países latinoamericanos. Pues bien, ha salido al mercado un disco que resume en menos de 20 canciones un movimiento que paso casi desapercibido: el minimal synth.