Daft Punk-Random Access Memories




Hype: tan deseable y, a la vez, tan peligroso, tan capaz de encumbrar a un artista como de dilapidarlo. El hype, en el mundo de la música electrónica, tiene un nombre, y uno solamente: Daft Punk. Con sólo tres discos en más de quince años de carrera (cuatro si contamos la banda sonora de Tron: Legacy), el dúo francés es mucho más que una entidad musical: no hay nada que hable más claramente de su éxito e influencia como la cantidad de gente surgida en los últimos 10 años de la que se ha dicho que "suena a Daft Punk". Y, como si la sola mención de material nuevo suyo no fuera suficiente, la campaña de publicidad que precedió a su cuarto (o quinto, según se quiera ver) disco fue abrumadora. ¡Nile Rodgers! ¡Pharrell! ¡Giorgio Moroder! ¡Funk! ¡Años 70! En un año de anti-campañas publicitarias y lanzamientos ninjas, Daft Punk se marcaron una campaña publicitaria de las que ya casi no se ven, impecable en su desarrollo, movimientos y dosificación de la información musical, y que sólo Arcade Fire, con bastante menos precisión, se atrevería a emular este año. Toda ella, apoyada en su espectacular single de presentación, empujaba a pensar que este iba a ser su disco de homenaje al funk y a la música disco. ¿Fue así al final?

Pues... no del todo. De la misma manera que Homework no era solamente un homenaje al house ochentero, Random Access Memories tiene algo de funk, pero no es exclusivamente un disco de Chic hecho con equipamiento moderno. Además, hay bastante soul (la cuarta parte del disco son baladas sensuales cantadas a vocoder), rock progresivo, algo de musical setentero, pop electrónico e incluso un poco de techno machacón a la vieja usanza para el final, resultando el conjunto final como una especie de musical disco-soul-progresivo-setentero, si eso puede tener sentido. Pero sobre todo, Random Access Memories es un homenaje al poder del elemento analógico y humano en la música de baile, algo que, en un tiempo en el que la música de éxito es cada vez más robótica, aburrida, falta de ideas y deshumanizada, no es sólo necesario, sino que se convierte en un manifiesto para muchos de nosotros, una proclama que, para más ironías de la vida, ha tenido que ser hecha por dos tipos que en todos sus conciertos se disfrazan de robots, y que gustan de usar algo tan deshumanizador como el vocoder. Dos tipos, eso sí, que han podido disponer de todo el tiempo, dinero y colaboraciones estrella que han creído necesario, lo cual, unido a su ya demostrada pericia tras la mesa de mezclas, se nota, y mucho: este es el disco mejor producido no sólo del año, sino posiblemente de los últimos diez años. Ponerse este disco con cascos y percibir todos los sonidos tan perfectamente posicionados que se suceden es un placer de un calibre peligroso.

Como decíamos antes, hay muchas, pero que muchas colaboraciones, y algunas de ellas bastante conocidas. Hablemos primero de los temas que no las tienen: entre ellos destacan sobre todo Contact, un poderoso cierre que recuerda a la gente que Daft Punk son, sobre todo, maestros del house machacón; y la hipnótica Motherboard, uno de los momentos más seductores y estimulantes del disco, y que recuerda a un clásico perdido de algún grupo de rock progresivo casi olvidado (a mí me recuerda a ratos a Tangerine Dream). Del resto,The Game Of Love, Within, Beyond y Fragments Of Time (de nuevo con Todd Edwards) son puro Daft Punk en modo balada funky-soul a lo Something About Us. Within es bonita, pero el resto no me dice mucho, y me refuerza la idea  que los discos de Daft Punk casi siempre son tremendamente irregulares.

En el terreno de las colaboraciones conocidas, la que más brilla es la del incombustible Nile Rodgers
,que le regala al duo francés tres de los mejores riffs que ha hecho en años para los tres temas más puramente funkies del disco (Give Life Back To MusicLose Yourself To Dance y el ya clásico atemporal Get Lucky), dos de ellos cantados por Pharell. Panda Bear se deja ver en uno de los cortes más polarizantes del disco (yo no lo aguanto, a mucha otra gente le encanta), Doin' It Right; y Julian Casablancas con vocoder canta la muy synth-popera Instant Crush. He dejado a Paul Williams y Giorgio Moroder para el final porque sus dos momentos merecen comentario más amplio. Touch, la colaboración con Paul Williams, y la pieza central tanto en posición como en importancia del disco, es un musical entero comprimido en ocho minutos, que empieza de manera atmosférica, y termina saltando de la música disco (con piano muy ragtime) a Andrew Lloyd Webber (con coro de voces blancas y todo), para terminar con el piano y la voz de Paul Williams de nuevo. Dentro de un disco bastante experimental, este es el experimento más arriesgado de todos, y el hecho de que el duo francés transforme algo que en papel suena a aberración musical en un tema imperfecto, pero fascinante, habla tanto de su pericia como de la pasión de todos los implicados en la pieza, empezando por el propio Paul, que ofrece una de las mejores interpretaciones vocales que se le recuerdan en años.

Giorgio By Moroder, el homenaje del dúo francés al mítico músico italiano, merece un párrafo propio. Más sencilla en estructura que Touch, se divide en dos mitades: en la primera Giorgio relata algunas de sus experiencias a modo de libro de autoayuda, y tiene un arreglo más sintético (uno de los pocos momentos del disco en los cuales hay un beat programado) que suena a puro Moroder, propulsado por el elemento central de todo el tema, un sinte burbujeante e hipnótico que hace justicia a las mejores lineas melódicas del maestro. Pero siendo disfrutable, es en la segunda mitad cuando el tema explota del todo: entran cuerdas, se va el beat programado, y es sustituido por la mejor sección rítmica que oirán en este año, con dos leyendas como JR Robinson y Nathan East haciendo virtuosa magia, y transformando la sección rítmica en un explosivo cruce entre jazz y drum 'n' bass épico y apasionante. Se incorpora un DJ haciendo scratching a la sección rítmica, y el juego entre ellos tres (el mejor momento del disco) va subiendo de intensidad hasta que una guitarra eléctrica sangrante se incorpora haciendo estragos justo al final, transformando el tema en rock de alta intensidad en el minuto de música más épico creado este año. Giorgio By Moroder es tan extenuante como excitante, épica, compleja y a la vez disfrutable de la manera más primaria y sencilla imaginable, y está entre los cinco mejores temas no sólo del año, sino de la carrera de Daft Punk, siendo el homenaje perfecto a uno de los músicos más importantes e influyentes de los últimos cincuenta años.

Y con todo, como sucede en toda la discografía de Daft Punk (salvo Homework que me parece perfecto de principio a fin), Random Access Memories me parece en conjunto un disco muy irregular, con temas tan grandiosos como Giorgio By Moroder o Get Lucky al lado de temas que me dicen tan poco como The Game Of Love, Instant Crush, Doin' It Right o Beyond. De todas maneras, es algo a lo que los fans de Daft Punk estamos más que acostumbrados, y los puntos más álgidos de este disco pertenecen desde ya al catálogo de clásicos del dúo francés, justificando por sí solos la compra a ciegas de un disco que mantiene el nivel y la leyenda de la discografía excepcional del grupo, incluyendo a Human After All, disco que defenderé hasta el final de mis días como uno de los discos más infravalorados e injustamente vapuleados por la crítica de los últimos 20 años, justo al lado de MAYA (allí hay otro debate interesante para otro momento). Y aunque no tuviera los temas legendarios que tiene, merecería la pena la compra sólo por la reivindicación del alma analógica en la música de baile, cosa que, en estos tiempos de dominio de productores y "divas" fotocopiadas (rellenen los nombres ustedes), es más necesaria y vital que nunca.

Mi nota: 7
Mis favoritas: Giorgio By Moroder, Get Lucky, Motherboard, Contact

Daniel Díaz




Random Access Memories

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