Arcade Fire-Reflektor



Se pueden decir muchas cosas de Noel Gallagher, pero no que dé entrevistas aburridas. En la última que ha concedido para Rolling Stone hace dos semanas, además de cagarse en medio mundo indie, decía lo siguiente del disco que nos ocupa: “Cualquiera que vuelva con un doble disco necesita sacar un poco la cabeza de su propio culo. Ya no estamos en los 70s, ¿ok? ¿Quién tiene tiempo, en 2013, para sentarse ni siquiera a escuchar un disco de 45 minutos? ¿Cuan arrogantes son estos tipos para pensar que la gente tiene una hora y media entera libre para sentarse a escuchar su puto disco?”

Pero claro, no hablamos de cualquier grupo: hablamos de Arcade Fire. Los tipos más cercanos, tanto en ambición y épica como en ventas a U2 que han surgido en muchos años, más incluso que Coldplay. Los tipos que son casi diez en escena, pero que se les pueden escuchar a todos. Los que hicieron Funeral, obra de importancia capital en el pop para demasiada gente. Los mismos que, al final de la era de The Suburbs, debían de sentirse tan atrapados en su propio suburbio de pop épico e instrumentación indie-ostentosa como los personajes de las canciones de aquel disco. No es una situación nueva en el mundo de los grupos de pop con un éxito aplastante: los ejemplos más históricos cubren desde U2 hasta Talking Heads, pasando por el inventor de la reinvención cuando el camino parece agotado, David Bowie. De todo esto, y de los tres nombres mencionados, hay mucho en Reflektor, su cuarto disco, doble, excesivo (en arreglos, minutaje, canciones, experimentos…) y puede que muy arrogante, pero también apasionante y absolutamente necesario, tanto para ellos como para su legión de fans, les guste o no. Imprescindible para ellos porque, como se ha dicho antes, en The Suburbs se les notaba amordazados por su propia leyenda: aquella que les vio nacer en Montreal en 2001, sin mucha idea de qué hacer con un instrumento pero con muchas ganas de hacerlo lo mejor posible, que vio nacer su disco más celebrado por los fans de las cenizas dejadas por el dolor de la pérdida de varios familiares de miembros de la banda, la que siempre recuerda las curiosas influencias haitianas de parte de la familia de Régine Chassagne, y que casi siempre está regada por los arreglos de cuerda preciosistas de Sarah Neufeld y Owen Pallett, de los cuáles intentaban escapar en su tercer disco. Y también imprescindible para sus fans porque hará que no poca gente se interese por las nuevas y hasta ahora impensables influencias de este disco. Porque, en general, y como sucedía en el Low de David Bowie o en el Achtung Baby de U2, en Reflektor Arcade Fire juegan constantemente a sonar a todo menos a su propio pasado. Aunque al final, a lo que más recuerda este disco, por las pasadas credenciales indies del grupo, por el sonido que han adoptado, y por el productor que han escogido para tal cambio, es al giro que dio Talking Heads en Fear Of Music y Remain In Light.

Y el que el productor de este doble disco es James Murphy, y se nota. Seguidor a ultranza del lema “go big or go home”, se trae el manual de Talking Heads y Bowie que tan bien lleva aplicando estos últimos diez años en su música, y lanza al grupo a un mundo de funk, disco analógico y sucio, y a algunos de los experimentos más estrambóticos de su carrera. El más extraño y uno de los más notables es el dub distorsionado de Flashbulb Eyes, que contiene las trompetas más providenciales del año, las cuales casi consiguen tapar la letra más horrible de su carrera; pero también brillan, tanto por calidad como por novedosos, Normal Person, que si bien al principio parece una reescritura de Modern Man, explota en su rockero estribillo, muy pero que muy deudor del Bowie más berlinés; el delicioso break carnavalesco al comienzo y en medio de Here Comes The Night Time, y los aires glam rock de la demasiado pegadiza Joan Of Arc. Hemos hablado de carnaval, dub, disco y funk, y es que Reflektor es en su mayor parte un disco para disfrutar con los pies además de con los oídos, algo sobre todo palpable en los dos primeros adelantos que tuvimos del disco, las muy conocidas ya Reflektor y Afterlife, las cuáles son las más parecidas del disco al sonido neo-funk analógico (toma palabro absurdo) de James Murphy.

Eso sí, como sucedía en los discos históricos antes mencionados, la personalidad y el sonido característico del grupo termina saliendo de vez en cuando, y aquí lo hace sobre todo en la segunda mitad del disco, en la que se bajan de vez en cuando de la pista de baile. La más tranquila de todas, y la que más claramente sirve como asidero para sus fans tradicionales es Here Comes The Night Time II, una revisión orquestal y mucho más oscura de la canción antes mencionada, la cuál es seguida por uno de los dúos de temas más importantes temáticamente de un disco que habla sobre todo de sentirse atrapado. La primera, Awful Sound (Oh Eurydice) es una preciosa balada de percusiones sutiles y marciales y sintetizadores ensoñadores, mientras que la segunda, It’s Never Over (Oh Orpheus) es de las más funkys del disco, puede que más que Reflektor. Dos caras, una más tranquila y otra más bailable, de una misma historia: la leyenda griega de cómo Orfeo casi rescata a su amada Eurídice de las fauces del Infierno, sólo para perderla en el último momento, cuando él giró la cabeza demasiado pronto por la ansiedad de volver a verla.

Y con la mecánica y fría Porno (entiendo el sonido y la producción, pero es de las que menos me gustan del disco), la ya mencionada Afterlife y la evocadora Supersymmetry, la casi hora y media de Reflektor se cierra, larga e incluso indulgente, pero tan apasionante como los nombres implicados en ella hacían esperar. No es un disco perfecto, ni mucho menos: en cada tema hay momentos en los que desearías que no hubieran hecho ciertas cosas, y el concepto de mesura, autocrítica o control ni se le ve ni se le espera. Pero Arcade Fire podrían haber hecho un The Suburbs II y se hubieran forrado igualmente, y decidieron arriesgar, e incluso alienar a una buena parte de sus fans con un disco sucio, más bailable y a la vez más complejo y denso que cualquier otro en su discografía, un disco que necesita de varias escuchas para empezar a desvelar toda su sucia belleza, y que es probable que sus millones de fans no necesitaran, pero que todo el resto de oyentes sí, especialmente el propio grupo. Noel Gallagher puede tener razón, pero con un disco como este, puede que uno de los discos del año, merece la pena arrancarle esa hora y media a nuestra ajetreada vida de las mismísimas entrañas y escucharlo, sentado, o moviendo los pies como si no hubiera un mañana y las luces artificiales y las cámaras pudieran atrapar nuestra alma.


Mi nota: 8.5

Mis favoritas: Here Comes The Night Time, Joan Of Arc, Awful Sound (Oh Eurydice)


Daniel Díaz




Reflektor




Web oficial
Myspace
Last.Fm
ilike
Facebook
Twitter

Posted in , , , , . Bookmark the permalink. RSS feed for this post.

Leave a Reply

Radio Free Europe. Con la tecnología de Blogger.

Search

Swedish Greys - a WordPress theme from Nordic Themepark. Converted by LiteThemes.com.